jueves, 9 de julio de 2009

Otra sentencia del T.S.J. Comunidad Valenciana.


El TSJ de la Comunidad Valenciana ha obligado a la Administración a reintegrar a los padres de un niña con autismo los gastos de una terapia. El fallo razona que si un tratamiento mejora la salud debe garantizarse, aunque no esté incluido en el Decreto de Prestaciones Sanitarias.


LA APLICACION DE UN DETERMINADO TRATAMIENTO QUE IMPLIQUE UNA MEJORA EN LA CALIDAD DE VIDA DEL PACIENTE CONSTITUYE UN TRATAMIENTO SANITARIO, con independencia de que su contenido sea de naturaleza pedagógica y no esté incluido en el Decreto de Prestaciones Sanitarias.

Con esta argumentación, la Sala de lo Contencioso-administrativo del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de la Comunidad Valenciana ha estimado el recurso de los padres de una niña afectada por autismo que solicitaron que la Seguridad Social les reintegrara los gastos de la terapia de intervención temprana intensiva, denominado método Loovas.

Los demandantes acudieron con su hija a los servicios médicos de la Seguridad Social, que diagnosticaron autismo a la menor y aconsejaron la aplicación de esta terapia. Sin embargo, fue denegada por la Administración con el argumento de que no está científicamente acreditada. En vez de eso, emplazó a los padres a realizar el método Teacch, que imparten varios centros valencianos.

Científicamente avalado
Los demandantes mantenían que en otros casos con niños afectados por el mismo padecimiento se había autorizado el método y que está científicamente avalado. En este sentido, exponían que la niña estaba progresando y que el informe de la neuropediatra de la sanidad pública apoyaba su validez.

La Administración señaló que el permiso para aplicar el método Loovas no es propiamente una autorización para una asistencia sanitaria determinada, ya "que no es un tratamiento sanitario sino educativo, por lo que no está incluido dentro de las prestaciones sanitarias del Real Decreto 63/1995, de 20 de enero, sobre Ordenación de Prestaciones Sanitarias del Sistema Nacional de Salud". Además, citaba el informe de un especialista y de la reunión de expertos celebrada en la Consejería de Sanidad de la Comunidad Valenciana, que concluyeron que la terapia no tenía acreditación científica.

Según la sentencia, publicada por Aranzadi, debe rechazarse el argumento que sostiene que no se trata de un tratamiento sanitario, sino educativo, pues "no cabe duda alguna de que la Sanidad tiene por objeto no sólo hacer frente a aquellas situaciones de riesgo para la vida, sino además de la prevención, el tratamiento o curación de las enfermedades, la conservación y esperanza de vida, la eliminación o disminución del dolor y el sufrimiento.

En este caso, la niña está afectada por un trastorno del espectro autista "y la adecuada aplicación de un tratamiento que determine una mejora en su calidad de vida constituye para ella un tratamiento sanitario, con independencia de que su contenido sea de naturaleza pedagógica".
El tribunal razona que los demandantes acreditaron que la terapia propuesta por la Administración presenta limitaciones metodológicas y que el método propuesto por ellos tiene mejores resultados.

Por tanto, y a pesar de que la acción protectora de un sistema sanitario público está caracterizada por la limitación de medios y su proyección hacia una cobertura de vocación universal, la parte demandante ha acreditado su derecho a ser indemnizado por los gastos realizados en la aplicación del tratamiento.

La Administración mantenía que el método Loovas no es un tratamiento sanitario, sino educativo, por lo que no debía sufragarse

El TSJ de la Comunidad Valenciana razona que la Sanidad no sólo tiene como objetivo hacer frente a aquellas situaciones de riesgo para la vida

martes, 7 de julio de 2009

La Universidad de Oviedo, pionera en un tratamiento basado en el diagnóstico precoz y el análisis de la conducta

Luis Antonio Pérez-González, profesor titular de Psicología de la Universidad de Oviedo, encabeza desde hace años un equipo de investigación sobre la aplicación del análisis de la conducta en niños con trastorno autista. Una de sus discípulas, la suiza Séline Perrin, recibió recientemente un premio de investigación de la Asociación Internacional de Análisis de la Conducta (ABA Internacional), que le permitirá indagar sobre cómo se genera el lenguaje y diseñar procedimientos que estimulen el aprendizaje en los niños con autismo. Cuando las familias buscan ayuda para tratar a sus hijos encuentran multitud de ofertas: hipoterapia, trabajo con delfines, dietas... pero el profesor Pérez-González asegura que «ninguna de esas terapias es habilitadora», lo que significa que ninguna puede hacer que los niños dejen de padecer autismo. «El análisis de conducta sí es efectivo», afirma, y para avalar esa rotunda manifestación aporta algunos datos: «El 40 por ciento de los niños tratados con técnicas ABA (análisis aplicado de la conducta) sale adelante y el resto mejora». ¿Qué significa salir adelante? «Con 8 o 10 años, en una clase con niños sin problemas, un experto no distinguirá a ese niño de los demás».

En el 99 por ciento de los niños tratados con un programa intensivo ABA durante más de un año, agrega, se consigue que el niño hable. Según el profesor, «ABA no es un sistema, es una metodología de investigación de aprendizaje y se puede aplicar a cualquier persona». De hecho, cuenta que en la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, hay un profesor que desde hace ya tiempo aplica esta metodología en escuelas sostenidas con fondos públicos y en las que conviven niños con autismo con otros de desarrollo normal.

Al evaluar los resultados, todos los niños, también los que presentaban algún trastorno, estaban por encima de la media nacional de los alumnos de los centros de todo el país. «Algunos son procedimientos sencillos, que están ahí desde hace tiempo. Asturias podría aprovecharse de ellos y, sin embargo, se aplican mucho más fuera que aquí», se lamenta. En Asturias el respaldo de las administraciones públicas es mínimo, dice. «Los niños que salen adelante son los que tienen padres que se informan y eligen el procedimiento adecuado», reconoce.

Además, los profesionales preparados para ofrecer este tipo de tratamientos escasean. «La formación es muy pobre», opina. Un título de maestro, logopeda o psicólogo es insuficiente para ayudar a niños con estos problemas. «Los directores de centros efectivos han recibido una formación específica muy sólida, con doctorados o maestrías, de varios años de duración», indica. La Universidad de Oviedo es pionera en la investigación en este campo.

El grupo que dirige Antonio Pérez-González está formado por investigadores de diversas universidades. De él forman parte Gladys Williams, del Centro para la Investigación y Enseñanza del Lenguaje de Oviedo; José Julio Carnerero, director del Centro Al-Mudares de Córdoba; el profesor Arquímedes Valdés, de la Universidad de La Laguna, varios estudiantes de doctorado y becarios. Todos investigan en la misma línea. «Lo fundamental para ayudar a los niños con autismo es entender cómo los niños aprenden el lenguaje», indica el jefe del equipo.

En eso se aplica Séline Perrin, que trabaja con niños de 5 años en un colegio público ovetense, observando cómo crean lenguaje nuevo. Trabaja con ellos individualmente, por períodos de 10 o 15 minutos, haciéndoles preguntas, anotando sus respuestas y analizando sus respuestas por las tardes, con sus compañeros de equipo. El objetivo es incorporar nuevos procedimientos de estimulación del lenguaje. «Estudié Psicología en Ginebra, allí trabajé con un niño en el único centro que aplicaba el análisis de conducta en personas con autismo», cuenta Perrin. «Ver a los niños aprender y sentir que yo podía enseñarles», comenta, fue el estímulo que determinó su traslado a España. «Pocas universidades hacen estudios sobre el lenguaje con esta metodología que resulta tan útil», reconoce su profesor, y Oviedo es una de ellas, la única en España.

Perrin constata que hace falta gente con formación específica para tratar a estos niños. En Inglaterra existen varias escuelas que aplican el ABA; también en Francia, en Lille. La incidencia del autismo en la población es, según Pérez-González, de un niño de cada 150 nacidos. Ese trastorno se atribuye a alteraciones genéticas no heredadas en un 95% que limita la capacidad de comunicación de quien lo sufre.

Con el análisis de conducta, comenta, «el niño aprende con interacciones muy cuidadas». Si el niño no responde a los estímulos comunes, como mirar a la madre o seguirla con la mirada cuando se mueve, el análisis de conducta puede introducir elementos que le hagan reaccionar. El diagnóstico temprano, hacia los 2 años de edad, y la aplicación de un programa intensivo de análisis de la conducta, por parte de un profesional con un máster en ABA, sería, según Pérez-González, el escenario idóneo para conseguir que un niño con trastorno autista superase sus problemas.


LA NUEVA ESPAÑA. - Elena Fernandez Pello.